Ciudad de México.- María José vestida de smoking y medias de red, o de pantalón ajustado, o de bata rosa, de zapatos de tacón o botas negras.
Ella, la que invita Matisse a echarse el palomazo de “Ya no me acuerdo más de ti”, se pone en cuclillas cerca de una de las fosas cercanas al escenario mientras canta “No soy una muñeca” o que hace bailar a todos con “No soy una señora”. “¡Gracias!. Estoy feliz de estar esta noche aquí en el Auditorio, gracias de verdad”, dice en si primera interacción con el público que llena el lugar.
María José, a sus 43 años, más de la mitad de su edad en el medio musical, hace por más de dos horas un recorrido musical en el Auditorio Nacional. Entre el público asegura que hay gente procedente de Estados Unidos, Panamá, Centroamérica y Francia.
Desde el inicio el público ve en pie a quien inició en el grupo juvenil de Kabah a principios de los noventa. Ella les responde con besos y unos tres tragos a una copa de vino. “Tengo sed de la mala, como diría mi hermana. Terminando ustedes se pueden ir a tomar un drink”, externa bromista la cantante. “Gracias, gracias, ¡yo soy nada sin ustedes!”, refuerza en varias ocasiones.
Entre su repertorio de la noche están sus versiones de “Duri Duri” y “Castillos”, que en los 80s popularizaron Click y Amanda Miguel, respectivamente. También “Este hombre no se toca”, de Rocío Banquells y “Un nuevo amor”, de María del Sol, que sonaban en la radio cuando la intérprete era adolescente. “Las que se ponen bien la falda”, “Sólo el amor lastima así” y “Me equivoqué” formaron parte de su repertorio acompañada de dos coristas, músicos y bailarines con coreografías que deambulaban en un escenario que podía ser rojo o de luz blanca. “Vamos a anunciar en breve una segunda fecha aquí”, revela en algún momento de su presentación. Y el público aplaudió y gritó, aprobando el aviso.